Volver
Francisco Trigueros
Francisco Trigueros

Sobre el artista

Crítica

Francisco Trigueros - Vid

Vid

En el hallazgo está la luz. Lo comprendí, desde el silencio de los ojos, cuando visité el estudio de Francisco Trigueros y contemplé, desde la enorme dimensión de sus cristaleras de vida, un mar abrazado en sus aguas al silencio de los azules y platas.

Pero, el enigma estaba dentro, en el estudio; la transfiguración de la luz era posible cuando observaba que el autor, de forma desafiante, la doblegaba en su obra, a su capricho, y me alienaba en una marea de colores tan disciplinada como su propia técnica y su lúcida visión de la perspectiva y el dibujo.

Trigueros es un pintor hiperrealista, pero que trabaja incansablemente no en reproducir la realidad (traducción literal y fotográfica de la realidad), sino en la belleza y poesía que emanan de la realidad, es decir, del colorido de las formas y de la luz de los objetos y de los sujetos. Hasta tal punto, que sus cuadros se crean respirando en un poema propio.

La poderosa personalidad del artista, su instrucción académica, su exquisita formación cultural, sus conocimientos en múltiples disciplinas que rayan la erudición (Licenciado en Psicología, pintor, narrador, poeta, investigador, presenta y dirige programas de TV local etc.) hacen que el proceso pictórico de Francisco Trigueros esté estrechamente ligado a lo que deja de sí mismo en su obra.

Tan sólo flanqueado por una agitada y rica vida interior, dotada de una energía generativa superior y de un universo que se apoya en la experiencia propia de su vida, busca incesantemente, pincelada a pincelada, respuestas sobre la diversidad y maneras en que distinguimos y sentimos la realidad.

En la obra de Francisco Trigueros los seres inanimados llegan a adquirir entidad propia, ente otros motivos, por su sentido de distribución en la tabla o en el lienzo, en lo que lo surreal y lo real se funden en el milagro de existir conjuntamente, de tal fortuna, que es la mirada del receptor la que completa y da sentido a su obra.

Sin embargo, siempre nos queda algo por descubrir en su expresión simbolista y metafórica, especialmente, cuando profundizamos en el significado de los objetos o símbolos, que no están dispuestos en el cuadro de forma libérrima, como pudiera parecer a primera vista, sino que no son más proyecciones de sus emociones ante las cosas que le rodean y ante su propia intimidad.

Sus estados de ánimo quedan perfectamente delimitados en el colorido de las formas y en la luz de los objetos. El pintor lo sabe perfectamente, de ahí que la luz y el color consigan que una simple vasija, máscara o pos-it tengan alma sobre la tabla.

Y es que en la obra de Francisco Trigueros se funde una conexión emotiva de encuentros: entre lo racional y lo conceptual, entre lo real y lo onírico, entre lo geométrico y la fantasía o entre el silencio y el misterio, que provocan una irradiación tan humanamente conmovedora que no deja indiferente al espectador, sino que lo convierte en cómplice de su propia experiencia interior.

Su desbordada imaginación, siempre acechada por colores formas e imágenes, a veces visionarias, para captar situaciones extrasensoriales y plasmarlas en la tabla nos hace pensar en un espíritu inquieto, siempre indagando en el origen del ser y su relación con la obra de arte.

Hubo un tiempo en que su temática giraba, fundamentalmente, en torno a los motivos religiosos; fue entonces cuando descubrí La Última Cena, un cuadro sobre lino de 4 m. x 2 m. y cuyo proceso de creación llevó al autor 7 años, que debieron ser de inagotable trabajo, no sólo por la entrega sin medida en la búsqueda de la luz a la que somete a una mirada interpretativa, sino por la disposición meticulosa de Jesucristo y los apóstoles, que tras largos periodos de investigación, le llevan a concluir que los rostros, posiciones y expresiones gestuales de los mismos responden a una imagen más cercana a la realidad de la que aparecen tradicionalmente en los pinceles de las fantasías.

Más aún, Francisco Trigueros no es un pintor al uso, es como dijimos más arriba un estudioso, un erudito y un investigador como pude comprobar al visitar su estudio: el tiempo se detuvo, cuando mi alma quedó enlazada a la sangre al observar su obra La Resurrección. Era la figura de Cristo, que había creado a partir de los datos antropométricos del hombre de la Sabana Santa o Síndone de Turín.

Un estudio de tres largos años, en la que de forma entusiasta y con convicciones hasta ahora irrefutables por ningún otro estudio, nos explicaba de forma milimétrica desde la altura del personaje, pasando por el color del pelo, hasta la distancia existente entre las pestañas y los pómulos para fundamentar sus teorías, que las tiene recogidas en su libro “La Herejía de la Síndone” (Amarés 2006. Librería Interactiva. Centro Europeo de Empresas e Innovación de Aragón).

Si alguien sigue manteniendo la añosa creencia de que la pintura hiperrealista es una forma pictórica fría e impersonal, no tiene más que asomarse a la obra de Francisco Trigueros, para comprobar que su obra es mucho más cálida, imaginativa y de exploración artística que alguien pudiera imaginar y, desde este humilde punto de vista, le hace encumbrarse como uno de nuestros mejores pintores contemporáneos, que llega fácilmente al espectador; así como la del hombre que, de manera infatigable, busca la hermosura en el color y la forma y la verdad en la luz.

Pedro López Ávila, Escritor

http://pedrolopezavila.blogspot.com/2011/11/francisco-trigueros.html

Crítica

Francisco Trigueros - Uvas

Francisco Trigueros, Uvas, Galería de Arte La Zubia, 2 de diciembre de 2011

Cuenta una leyenda de la antigüedad que Zeuxis, en competición con Parrasio, pintó unas uvas con tal realismo que engañó a los pájaros que fueron a picotearlas en vano. Sin embargo, Parrasio superó su proeza al mostrar a Zeuxis su cuadro, pidiéndole este que corriera la cortina que lo ocultaba, siendo su cuadro la pintura de la cortina propiamente dicha.

En el arte figurativo, una de las hazañas más reconocidas es la verosimilitud de la figura y su parecido a la realidad misma. Pero como decía Platón, la obra de arte que se basa en copiar la realidad procede por engaño, no siendo mas que la copia del original, que está en el mundo de las ideas.

Por eso, el hiperrealismo ha ensayado superar la interdicción platónica y trata de mostrarnos no la cosa misma, sino su arquetipo, icónicamente más logrado y definido que la propia realidad. De este modo nos insinúa que es el propio objeto representado la copia de su figuración plástica, consiguiendo esta reproducir el modelo arquetípico e ideal de cada cosa.

En esta dialéctica de la verosimilitud analógica se mueve la pintura de Francisco Trigueros, unas veces conformándose con la cercanía literal al objeto y otras yendo hasta su arquetipo no visto, sino percibido por él en el cosmos noetós. La pintura de Francisco Trigueros nos muestra, pues, su mundo interior.

Manuel Cerezo Arriaza

http://manuel.cerezo.name/archives/2011_11.html

Obras del artista